De retórica y resiliencia: México tras el debate
- Ricardo Martínez Martínez

- 23 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 5 sept

Este domingo, tras concluir el debate, cada partido proclamó a su candidato vencedor: Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez. Al igual que en el cuento japonés del pintor Notcha, quien, para escapar del emperador que lo tenía preso, pintó un cuadro, entró en él y huyó por el paisaje que había creado; así, por inverosímil que parezca, cada uno de los presidenciables optó por pintar el cuadro de su propia realidad, buscando refugiarse en ella. Una salida imaginaria hacia adelante.
Sin embargo, en el México del "mirar profundo", en palabras de Chela Sandoval, el lunes comenzó en la plaza, el metro, el bullicioso comercio del campo o de la gran ciudad, con esa increíble resiliencia tan característica del mexicano, que busca prosperar pese al gobierno y no gracias a él.
Aguantar. Así definió la cultura mexicana un francés en su libro El verbo de las culturas. El mexicano, escribió, aguanta, porque posee una cultura que siempre expresa un gozo por vivir, pese a todo.
Y es que, si de una radiografía se tratase, los grandes temas del debate dejaron un sinsabor, en torno a lo que la realidad nos dice sobre economía, empleo, inflación, pobreza, desigualdad, cambio climático y desarrollo sustentable.
En materia de economía, según el Banco Mundial, México creció un 3.2% en 2023, aunque durante 2024 ha mostrado una desaceleración que podría llevar a cerrar el año con un crecimiento del 2.8%.
Al cierre de 2023, la tasa de desempleo en el país fue del 2.6%, el porcentaje más bajo desde que el INEGI tiene registros comparables y también la tasa más baja entre los principales socios comerciales de América del Norte.
En cuanto a la inflación, la fuerte apreciación del peso en los últimos dos años ha contribuido a contenerla, situándose actualmente en torno al 4%, con previsión de mantenerse hasta 2025.
Si algo hemos de reconocer a los tres candidatos, sin embargo, como producto de un espíritu de esta época y de una crisis capitalista sistémica que algunos describen como liminal o interregno, es que el lacerante tema de la pobreza y la desigualdad está hoy en el debate permanente.
Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la cifra de población en pobreza fue del 43.2% en 2016; en 2018, se ubicó en el 41.9%; en 2020, subió al 43.9%, mientras que para 2022, el dato más actualizado, la cifra se posicionó en el 36.3%.
México, por lo tanto, tiene ante sí el gran reto de desarrollar un verdadero sistema nacional de cuidados y de establecer líneas de política pública que realmente igualen las condiciones para todos los mexicanos.
El cambio climático es una realidad ineludible en nuestros tiempos. Ya no hay espacio para negacionistas o terraplanistas climáticos. Actualmente enfrentamos una de sus manifestaciones más críticas: el estrés hídrico. Este fenómeno es un claro indicativo de los desafíos que tenemos por delante, incluyendo el riesgo de nuevas desigualdades si no se actúa con urgencia.
Es crucial mantener y mejorar la infraestructura de agua y saneamiento, así como desarrollar un plan integral para la gestión de los recursos hídricos.
El debate fue, en este sentido, algo ya esperado. Pocos mexicanos lo vieron; los equipos de los candidatos se autoproclamaron victoriosos; una pléyade de hashtags surgió a raíz de él.
Mientras tanto, para los mexicanos - parafraseando al famoso cuento de Monterroso - cuando despertaron después del debate, el gran desafío de su realidad aún estaba allí.









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